El té servido es aproximadamente 99% agua, así que la calidad del agua es de vital importancia.
Si el agua no es buena, todo el té se hecha a perder.
Hace más de mil años, el maestro de té Lu Yu había constatado que el agua de diversos sitios sabía diferente, y así mismo cambiaba el sabor del té. En su caso, encontró un manantial cuya agua era clara y pura, y resultó ser la mejor para el té que él preparaba.
En la actualidad no es fácil encontrar un manantial virgen, y no se recomienda tomar agua de río porque puede estar contaminada. Así que las opciones son a menudo el agua de la llave o el agua en botella.
Dependiendo de dónde estemos, el agua de la llave cambia de sabor. Esto se debe a los minerales disueltos que tenga, así como la cantidad de cloro.
El sabor a cloro se trata fácilmente. Simplemente se debe hervir el agua, y así se evapora el cloro.
Sin embargo, no todo es así de sencillo.
La dureza del agua
Otro aspecto importante del agua es su contenido de minerales, especialmente las sales de magnesio y calcio.
Si la concentración de estos minerales es alta, se trata de un agua dura. En términos de té japonés, resulta mejor el agua blanda. Claro que si es demasiado blanda, el sabor sería muy plano.
En Bogotá yo he notado que el agua es bastante buena. Si se tiene un filtro en casa queda aún mejor, pero no es tan necesario.
La otra opción es preparar el té con agua en botella, pero resulta un poco costoso y no es bueno para el medio ambiente.
Mitos sobre el agua para el té
Hay diversos mitos sobre el agua. Por ejemplo, que una vez hervida no se puede volver a hervir, o que si se hierve demasiado no es bueno, etc.
La verdad es que la diferencia es imperceptible, basta con hacer el experimento.
Finalmente, una vez que tengamos un agua de buena calidad también hay que estar atentos de utilizar la cantidad correcta y la temperatura indicada.